Los paradigmas religiosos y geopolíticos que dominan el mundo han provocado una escalada de episodios terroristas estremecedores, con miles de muertos y heridos. La visibilización de esta nueva forma de religio-terrorismo urbano se inició este siglo el 11 de septiembre del 2001, con los ataques violentos a lugares emblemáticos de Estados Unidos (Wall Street y las Torres Gemelas en Nueva York, corazón del poder financiero, y el Pentágono, en Washington DC, sede del poder militar), con un saldo global de tres mil muertos.
España fue estremecida el 11 de marzo del 2004 con los atentados en el metro de Madrid, con 191 muertos. El 11 de julio del 2006, en Bombay, India se produjo un atentado en el sistema ferroviario, con un balance rojo de 209 muertos, y en esa misma ciudad, en noviembre del 2008, dos importantes hoteles y estaciones del metro, fueron atacados otra vez por terroristas vinculados al fundamentalismo musulmán. El 7 de julio del 2015, el sistema de trenes de Londres fue atacado, dejando un saldo fatal de 56 víctimas. Hubo ataques menos letales en otras ciudades del globo terrestre.
Nuevamente, el mundo fue sacudido por la erupción terrorista del viernes 13 de noviembre de 2015, en siete lugares simultáneos en el centro y periferia de Paris, con un saldo preliminar de 129 muertos y más de trescientos heridos. Un “viernes negro” para Francia, tituló la prensa.
Estos ataques son reveladores de hasta donde pueden llegar las organizaciones hibridas de política y religión, que exponen sus reivindicaciones a occidente a través de métodos violentos, llegando a producir carnicerías humanas desgarradoras.
La forma de dirimir los conflictos debe ser siempre a través del diálogo. Se impone una cultura de paz.
El autor es profesor UASD.