La vida está llena de encuentros inesperados, algunos de los cuales pueden dejarnos marcados para siempre. Una persona, en una ocasión, fue mordida por una serpiente. Sin embargo, en lugar de buscar ayuda inmediata para el veneno que había ingresado en su sistema, decidió perseguir al reptil, intentando regañarlo y hacerle entender que había mordido a alguien que solo buscaba ser amable. Esta historia nos invita a reflexionar sobre nuestras propias experiencias con personas que nos hacen daño.
Muchas veces, encontramos en nuestro camino a individuos cuya naturaleza parece ser herir a los demás. Al igual que la serpiente, hay quienes actúan sin pensar en las consecuencias de sus acciones. En lugar de alejarnos de ellos y buscar la sanación necesaria, tendemos a quedarnos, esperando que reconozcan su error y cambien su comportamiento. Es una ilusión pensar que podemos hacer entrar en razón a quien ha elegido lastimarnos; es un desgaste emocional que a menudo resulta en más dolor.
El acto de querer cambiar a otros puede convertirse en una trampa emocional. Nos quedamos atrapados en la esperanza de que esa persona se transforme, mientras nosotros mismos sufrimos las consecuencias de su veneno. Es fundamental reconocer cuándo es el momento de soltar esas expectativas y priorizar nuestro bienestar. A veces, la mejor forma de sanar es alejarnos del veneno y buscar ayuda para recuperarnos.
La búsqueda de reconocimiento por parte del otro puede ser un camino solitario y desgastante. En lugar de enfocarnos en el cambio ajeno, deberíamos centrarnos en nuestra propia sanación. Esto implica buscar apoyo emocional y rodearnos de personas que realmente valoren nuestra bondad y no la tomen como un hecho. La vida es demasiado corta para desperdiciarla persiguiendo serpientes que solo saben morder.
Además, es importante recordar que no somos responsables del comportamiento de los demás. Cada individuo tiene su propia historia y sus propias luchas internas; sin embargo, eso no justifica el daño infligido. Aceptar esto nos libera del peso de la culpa y nos permite avanzar hacia relaciones más saludables y constructivas.
En conclusión, regañar a la serpiente que nos muerde no cambiará su naturaleza ni aliviará nuestro sufrimiento. En lugar de ello, debemos aprender a identificar cuándo es hora de soltar y buscar ayuda para sanar nuestras heridas. La verdadera fortaleza radica en reconocer nuestra valía y rodearnos de aquellos que aprecian nuestro ser. Solo así podremos vivir plenamente, dejando atrás las mordeduras del pasado.
Escrito por:
MIGUEL IVAN FRIAS JIMENEZ
Capitán del Ejército de República Dominicana
Psicólogo Industrial y Especialista en Terapia y Psicometría.