Por: Fidel Santana.
Desde que Juan Pablo Duarte fue informado, en Venezuela, de que el pueblo dominicano libraba una nueva guerra en aras de recuperar la independencia, luego que Pedro Santana y sus acólitos anexaran la República a España, encabezó aprestos patrióticos para contribuir con la causa que había dado origen a la organización secreta La Trinitaria y que se concretó la noche del 27 de febrero del 1844, con el trabucazo de Mella, el izamiento de la bandera tricolor y la proclamación del nacimiento de la Republica.
La Anexión a España fue proclamada el 18 de marzo de 1861. Juan Pablo Duarte, que se encontraba en la región del Apure recibe la infausta noticia el 10 de abril del 1862, y de inmediato inició preparativos para regresar a la Patria. El 2 de agosto de ese mismo año, cuando aún no se había producido el Grito de Capotillo, se reunió Duarte con su hermano Vicente en Caracas, organizando entre ambos un plan para conseguir recursos y adeptos a la causa y regresar a luchar por la restitución de la independencia.
En su calidad de Fundador y General en jefe de los Ejércitos de la República, emprende viaje hacia Curazao, el 16 de febrero del 1864, para desde ahí fletar un barco hacia su Patria amada, en compañía de su tío, el Gral. Mariano Diez, su hermano Vicente Celestino, el coronel poeta e historiador Manuel Rodríguez Objio y el venezolano Candelario Oquendo. Aunque perseguidos de cerca por naves españolas, logra arribar a Monte Cristi, el 25 de marzo, siendo recibido y agasajado por el General Benito Mención.
Prontamente, expresa al vicepresidente Espaillat su “… deseo de participar de los riesgos y peligros que arrostran en los campos de batalla los que con las armas en las manos sostienen con tanta gloria los derechos sacrosantos de nuestra querida patria…”
Su determinación de integrarse con toda consecuencia a los campos de batalla pronto se ve obstruida por la decisión del Gobierno en Armas de enviarle al exterior a cumplir misiones diplomáticas, las cuales cumplió con sobrado esmero, aunque con el dolor de no poder quedarse en su tierra después de tantos años de exilio. Las evidencias de sus iniciativas son muchas, y si se escarba un poco más sobre su vida serán mayores los méritos, como va demostrándose con las noticias recientes de hallazgos importantes del impacto de sus gestiones entre la intelectualidad venezolana, ya que logró colocar muchas plumas y levantar muchas voces al servicio de la causa dominicana.
Por eso creo justo y propicio que, a Duarte, además de encabezar la conspiración para fundar nuestra República, se le considere entre los próceres de la Restauración, pues, aunque no tuvo participación directa en los combates, sus ideas, su determinación de lucha y sus iniciativas, junto al cumplimiento de la misión asignada por el Gobierno en Armas, contribuyeron a la conclusión exitosa de la causa restauradora.
La Guerra Restauradora, iniciada el 16 de agosto del 1863, podemos considerar que fue un acto de desagravio a Duarte y sus compañeros de lucha, declarados traidores a la Patria por la Junta Central Gubernativa encabezada por Pedro Santana y Tomas Bobadilla, el 22 de agosto del 1844, acto que tuvo por propósito quitar del camino a los trinitarios que se oponían a los propósitos entreguistas a poderes extranjeros. La Guerra Restauradora fue una reafirmación de la voluntad indiscutida de los dominicanos de ser independientes, al tiempo de colocar en su justo lugar a los verdaderos traidores a la Patria, los que desde antes de nacer la República ya conspiraban para que surgiera atada a Francia, a España o a los Estados Unidos.
Por eso, al celebrar el 160 aniversario del Grito de Capotillo, también conmemoramos el gran desagravio del pueblo dominicano a Juan Pablo Duarte y sus compañeros trinitarios, acontecido 19 años después de la fatídica resolución de la Junta Central Gubernativa de agosto del 1844, que redujo a prisión, con peligro de ser fusilado, a Duarte y a muchos de sus compañeros, para luego ser enviados al destierro, al igual que toda su familia.
Se tiro tanto lodo sobre