Por Rubén Moreta
Los hombres y mujeres en todas las épocas han enarbolado divinidades para atender diferentes circunstancias terrenales y no terrenales. Todas las culturas y civilizaciones eran en sus inicios politeístas, es decir, adoraban a varias deidades. Por ejemplo, en nuestra isla los taínos tenían decenas o cientos de dioses: el día, la noche, la luna, las estrellas, los animales, los árboles, sus alimentos, todos eran divinidades.
Los principales dioses aborígenes en las islas del caribe guardaban relación con la naturaleza y más esencialmente con las necesidades de subsistencia de la gente, por eso el Dios de la Yuca (Yocahu) era el Dios principal, porque ese era su alimento fundamental.
El monoteísmo (la adoración a un único Dios) corresponde a etapas superiores de los pueblos, mediadas siempre por el factor político. Concretamente, el modelo religioso monoteísta cristiano-católico vigente en occidente, es un paradigma impuesto a la fuerza. Lo impusieron los romanos en todo el mundo conocido que llegaron a dominar en una amplísima extensión de 6.2 millones de kilómetros cuadrados.
La sociedad occidental, a partir de la Edad Media, bajo la égida del imperio Romano y atendiendo a razones estrictamente políticas, asumió este modelo religioso. Este enfoque dogmático se impuso también –a sangre y fuego- en los nuevos territorios ocupados por las potencias europeas a partir del siglo XV (África y América).
Los conquistadores europeos ejecutaron un cruento proceso de conquista en el "nuevo mundo" mediante la desculturación, lo cual destruyó no solo su cimiento cultural, sino que en el caso de la Isla de Santo Domingo, produjo un genocidio cruel, que exterminó en menos de un siglo, a la totalidad de los aborígenes pobladores originarios de estas tierras.
Las religiones no están en extinción como lo anticiparon filósofos tan importantes como Friedrich Nietzsche (1844-1900). Tenemos que concluir que existe una fascinación y auge religioso en la contemporaneidad, ante la deriva conservadora en que marcha el mundo.
Hoy existe gran desconcierto entre los sujetos sociales. Y la gente pasa a refugiarse en las religiones, donde obtienen “cobija” simbólica. Son los miedos, temores, incertidumbre e ignorancia los factores que empujan a los individuos a aceptar deidades o a construirlas. Isaac Asimov afirmó que “rendirse ante la ignorancia y llamarla Dios, sigue siendo la base de las religiones”.
Créalo o no, acéptelo usted o no, la religión como sistema de creencias de los pueblos no es un fenómeno ingenuo o inocente, sino impuesto por las élites dominantes y dominadoras, y constituye el principal medio de ideologización y dominación de las sociedades.
El autor es Profesor de Sociología UASD.