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Covid-19 y su impacto en las clases sociales

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Por Ramón Lebrón Hernández

Se define como clase social a todo aquel conjunto de individuos caracterizado por tener un papel determinado en el sistema de producción, dentro de un grupo de riqueza común. En otras palabras, cada clase social representa un estrato de la sociedad, donde cada uno de ellos comparte variables como el nivel de renta o la posición social.

Tipos de clase social en la sociedad moderna

Existen muchas perspectivas y puntos de vista sobre la división de las clases sociales según la posición y capacidad económica de la población. Generalmente, podemos agruparlos en los tres siguientes puntos:

Clase baja. Está compuesta por todos aquellos ciudadanos que no disponen de la capacidad económica para permitirse adquirir bienes y servicios de primera necesidad (educación, alimentos, transporte e incluso vivienda propia). Son sectores de la población que presentan situaciones muy complicadas, ya que su bajo nivel de renta dificulta el acceso a la formación profesional y la educación, por lo que apenas tienen oportunidades de conseguir un puesto de trabajo.

Clase media. Se puede dividir también en clase media/baja y media/alta, está conformada por la gran mayoría de la sociedad. Las personas pertenecientes a la clase media tienen la capacidad económica suficiente como para acceder a la educación, poseer una vivienda y un vehículo propios, recibir atención sanitaria y mantener un buen nivel de vida. Muchos de los pertenecientes a la clase media provienen de la clase baja, habiendo realizado un gran esfuerzo personal y consiguiendo estabilidad económica en el largo plazo.

Clase alta. Agrupa a todos aquellos ciudadanos con ingresos considerablemente mayores a la media. Normalmente, estos individuos tienen una formación profesional y una experiencia de prestigio, con puestos de trabajo de alta importancia o de prestigio y fama nacional e internacional (empresarios de éxito, deportistas profesionales, celebridades…). Pese a que muchas personas logran llegar a este nivel de vida con sus méritos propios, es cierto que una buena parte de la clase alta ha heredado su fortuna, ya sea a través de altas sumas de dinero o bien de la transferencia de bienes y/o propiedades de lujo.

La clase social según Karl Marx

El famoso y reconocido filósofo Karl Marx, a través de su corriente denominada marxismo, aportó una importante visión de la división de clases y el concepto de clase social. Marx sostenía que las clases sociales empezaban a aparecer cuando se realizaban divisiones sociales en el trabajo. Con la aparición de la propiedad privada, señaló dos clases sociales bastante diferenciadas: los propietarios de los medios productivos (fábricas, tierras, etc.) y los trabajadores que se mantienen gracias a su labor en esos medios.

De esta manera, dividía la sociedad en la burguesía o clase explotadora, conformada por los dueños de fábricas industriales, señores feudales, empresarios o banqueros, y el proletariado o clase explotada, compuesta por los trabajadores industriales o “siervos” en el campo. Desde un punto de vista basado en el comunismo, Marx defendía una sociedad sin división por clases sociales, ya que afirmaba la imposibilidad de vivir en armonía si exista una fractura en la sociedad provocada por el enfrentamiento entre ambas clases sociales.

La clase social según Max Weber

Desde la perspectiva de Max Weber, cada clase social se caracteriza por estar compuesta de un grupo de personas con la misma (o similar) posibilidad de acceder a los bienes y servicios disponibles en el mercado. Sostiene que la propiedad es una fuente importante que garantiza privilegio y estatus, pero no es el único criterio a la hora de determinar la división entre las clases.

La división de la población en clases sociales hace ver las diferencias entre los ciudadanos y la desigual distribución de la riqueza que hay actualmente. Pese a que muchos autores aportan diferentes matices a la definición de clase social, todos están de acuerdo en que se encargan de dividir a las personas en función de su capacidad económica y posición social.

Covid-19: medidas e impacto

Las medidas de confinamiento destinadas a contener la propagación de la COVID-19 han privado a millones de niños y niñas de acceso a una educación de calidad, vacunas esenciales, alimentos nutritivos y atención de la salud mental.

En el caso de las niñas, las interrupciones también han puesto en peligro su seguridad. Durante la pandemia aumentó el riesgo de sufrir violencia por razón de género y otras prácticas dañinas. Además, muchas de las niñas que hoy no van a la escuela no regresarán nunca, ya que el matrimonio infantil o el embarazo pondrán fin a su infancia. En el 2020, algunas niñas adolescentes de distintas partes del mundo grabaron sus vidas durante el confinamiento. Un año después, las mismas niñas alzan la voz para reivindicar sus deseos de un futuro más justo.

Después de casi dos años de pandemia, las niñas de todos los rincones del mundo siguen haciendo frente al cierre de las escuelas, las dificultades económicas y el aislamiento. Sin embargo, la pandemia no las ha frenado a la hora de alzar su voz para exigir cambios.

Durante la próxima década, hasta 10 millones de niñas adicionales correrán el riesgo de contraer matrimonio como resultado de la pandemia. Las interrupciones en la educación, la atención de la salud y otros servicios, así como la presión económica que sienten las familias, pueden aumentar la vulnerabilidad de las niñas al matrimonio infantil. No obstante, Makadidia, de Malí, y Sangamithra, de India, están concienciando a sus comunidades con el fin de ayudar a proteger y empoderar a otras niñas como ellas.

En todo el mundo, las normas sociales dañinas y otras formas de desigualdad por razón de género siguen impidiendo a las niñas salir adelante: por ejemplo, les prohíben jugar en la calle y recibir una educación. En su forma más insidiosa, la desigualdad de género se vuelve violenta.

La pandemia ha acentuado la preocupación por la salud mental de una generación entera de niños y niñas, a pesar de que los problemas de salud mental sigan estando rodeados de estigma.

En Uruguay, Sofía espera romper el silencio y dirigir la atención a los problemas psicosociales y de salud mental en su comunidad. Mientras tanto, Laetitia, en Chad, se dispone a abordar otro tabú que afecta al bienestar de las niñas: la menstruación.

Los efectos de las crisis nunca son neutrales en materia de género, y la COVID-19 no representa una excepción. Las crisis económicas afectan más duramente a las mujeres. Esto se debe a lo siguiente:

  • Las mujeres suelen ganar salarios más bajos.
  • Las mujeres tienen menos ahorros.
  • La economía informal concentra un número muchísimo más alto de mujeres.
  • Las mujeres tienen menos acceso a la protección social.
  • Es más probable que las mujeres sean quienes deban ocuparse del trabajo doméstico y de cuidado no remunerado y, por lo tanto, deban abandonar el mercado laboral.
  • La mayoría de las familias monoparentales son encabezadas por mujeres.

Para la madre soltera de Sudán del Sur, las medidas de confinamiento impuestas por la COVID-19 han provocado el cierre de su pequeña empresa que le permite alimentar a su familia. Para la empleada del hogar en Guatemala, la pandemia significó dejar de trabajar y no recibir prestaciones por desempleo u otra protección. Para innumerables mujeres en países con economías de todos los tamaños, además de perder los ingresos, aumentó de manera desmedida la carga de trabajo doméstico y de cuidado no remunerado. Si bien todas las personas están enfrentando dificultades sin precedentes, las mujeres están soportando el peso de los efectos socioeconómicos de la COVID-19.

Las mujeres pobres y marginadas corren, incluso, un mayor riesgo de contraer la COVID-19 y morir a causa de la enfermedad, perder los medios de subsistencia y estar expuestas a más situaciones de violencia. A nivel mundial, el 70 % del equipo de respuesta inicial y profesionales de la salud está integrado por mujeres, y aun así, no están en pie de igualdad con sus colegas masculinos. En el 28 % de los casos, la diferencia salarial entre hombres y mujeres en el sector de la salud es mayor que la diferencia salarial general por razón de género (16 %).

A continuación, mostramos cómo la COVID-19 está anulando los beneficios económicos conseguidos en favor de las mujeres en las décadas pasadas, a menos que actuemos ahora, y lo hagamos de manera deliberada.

El informe publicado recientemente revela que la pandemia sumirá a 96 millones de personas en la pobreza extrema en el 2021, de las cuales 47 millones son mujeres y niñas. Como consecuencia, el número total de mujeres y niñas que viven con USD 1,90 o menos ascenderá a 435 millones.

El aumento de la pobreza ocasionado por la pandemia también profundizará la brecha de pobreza entre los géneros. En otras palabras, más mujeres que hombres caerán en la pobreza extrema. Esto ocurre, en especial, entre las personas de 25 a 34 años, es decir, en su período productivo y de formación de la familia. En el 2021, se prevé que, en el mundo, habrá 118 mujeres de 25 a 34 años en situación de pobreza extrema por cada 100 hombres del mismo grupo etario, y este índice podría elevarse a 121 mujeres pobres por cada 100 hombres pobres en el 2030.

"El resurgimiento de la pobreza extrema como resultado de la pandemia reveló la seguridad económica precaria de las mujeres", añade Antra Bhatt, especialista en Estadística y coautora del informe From Insights to Action. "Las mujeres suelen ganar salarios más bajos y tienen empleos menos seguros que los hombres. A raíz del desplome de la actividad económica, las mujeres están particularmente expuestas a los despidos y la pérdida de los medios de subsistencia".

Desigualdad en el hogar y el trabajo de cuidado no remunerado

Debido a que las medidas de cuarentena prohíben que las personas salgan de sus hogares y llevaron al cierre de las escuelas y guarderías, la carga de trabajo doméstico y de cuidado no remunerado creció de manera excesiva. Tanto para las mujeres como para los hombres. Pero incluso antes del brote de la COVID-19, las mujeres dedicaban, en promedio, 4,1 horas diarias a tareas no remuneradas, mientras que los hombres empleaban 1,7 horas. Esto significa que las mujeres realizaban tres veces más de trabajo de cuidado no remunerado que los hombres, en todo el mundo. Los hombres y mujeres señalan que hubo un aumento de las actividades no remuneradas desde el inicio de la pandemia, pero las mujeres siguen haciéndose cargo de la mayor parte de dichas actividades.

El cierre de las escuelas y guarderías, sumado a la reducida disponibilidad de ayuda externa, se ha traducido en meses de más trabajo para las mujeres. Para las madres que trabajan, esto significó tener que equilibrar las responsabilidades del empleo a tiempo completo con las de cuidado y educación.

La pobreza y las deficiencias en la infraestructura y la prestación de los servicios básicos se suman a la carga de trabajo no remunerado de las mujeres. En todo el mundo, unos 4000 millones de personas no tienen acceso a instalaciones sanitarias gestionadas de forma segura y alrededor de 3000 millones de personas no cuentan con agua potable ni jabón en las viviendas. En estas situaciones, las mujeres y las niñas son quienes se ocupan de recolectar agua y llevar a cabo otras tareas necesarias para la supervivencia cotidiana.

Las consecuencias durarán más que la pandemia

Lo que sabemos de las crisis anteriores:

Por lo general, el aumento de la tasa de desempleo tiende a alentar a las personas a retomar los roles de género tradicionales: los hombres desempleados son más favorecidos en el proceso de contratación cuando el empleo es escaso, mientras que las mujeres desempleadas se encargan más de las tareas domésticas y de cuidado.

Durante la crisis económica del 2008, los fondos públicos se destinaron a la ayuda humanitaria, lo que llevó a que se realizaran importantes recortes en los servicios y prestaciones sociales, una medida que afectó en gran medida a las mujeres.

Durante el reciente brote del virus del Ébola, las medidas de cuarentena redujeron significativamente la actividad económica de las mujeres y, como consecuencia, hubo un aumento de la pobreza y la inseguridad alimentaria. Si bien la actividad económica de los hombres se recuperó con rapidez, no ocurrió lo mismo con las mujeres.

Hoy en día, la inseguridad económica no se trata sólo del empleo y la pérdida de ingresos. Tiene un efecto dominó en la vida de las mujeres y las niñas durante muchos años. Las repercusiones en la educación y el empleo tienen consecuencias duraderas que, si no se abordan, suprimirán los logros que tanto ha costado conseguir en materia de igualdad de género.

Se calcula que más de 11 millones de niñas podrían no volver a la escuela después de la crisis de la COVID-19. La evidencia de crisis anteriores revela que muchas no retomarán sus estudios. La profundización de las diferencias de género en la educación tiene graves consecuencias para las mujeres, entre ellas, una reducción significativa en la cantidad de dinero que ganan y cómo lo obtienen, así como un aumento de los embarazos adolescentes y los matrimonios infantiles.

La falta de educación y la inseguridad económica también incrementan el riesgo de sufrir violencia de género. Sin los suficientes recursos económicos, las mujeres no pueden alejarse de sus parejas abusivas y están más expuestas a ser víctimas de la explotación sexual y la trata de personas. Estas consecuencias no desaparecerán cuando la pandemia termine: las mujeres son susceptibles a toparse con obstáculos a largo plazo en su participación en el mercado laboral y los ingresos. El impacto en las jubilaciones y los ahorros afectará la seguridad económica de las mujeres en el futuro.

Las consecuencias serán especialmente graves para las mujeres más vulnerables, aquellas que no suelen aparecer en los titulares: las trabajadoras migrantes, las refugiadas, los grupos étnicos y raciales marginados, las familias monoparentales, las jóvenes y las personas más pobres del mundo. Es probable que quienes lograron salir hace poco de la pobreza extrema vuelvan a caer en ella.

A continuación, ofrecemos cinco pasos que los Gobiernos y las empresas pueden seguir para mitigar los efectos económicos negativos de la COVID-19 en las mujeres.

  1. Ayuda directa a los ingresos para las mujeres
    Introducir paquetes de ayuda económica, incluidas las transferencias directas de efectivo, la ampliación de las prestaciones de desempleo, las reducciones de impuestos y la ampliación de las asignaciones familiares y por hijos/as para las mujeres vulnerables y sus familias. Las transferencias directas de efectivo, que significaría entregar efectivo directamente a las mujeres pobres o sin ingresos, pueden ser un salvavidas para quienes luchan por cubrir las necesidades diarias durante esta pandemia. Estas medidas brindan ayuda tangible que las mujeres necesitan en este momento.
  2. Ayuda para las empresas dirigidas por mujeres y de su propiedad
    Las empresas que pertenecen a mujeres o están dirigidas por ellas deberían recibir subsidios específicos y fondos de estímulo, así como préstamos subsidiados y con respaldo estatal. La carga fiscal debería aliviarse y, siempre que sea posible, el Gobierno debería adquirir los alimentos, los equipos de protección personal y otros suministros esenciales de las empresas dirigidas por mujeres.
  3. Ayuda para las trabajadoras
    Adoptar sistemas de protección social con perspectiva de género para fomentar la seguridad económica de las mujeres. Por ejemplo, un mayor acceso a servicios de guardería de calidad y asequibles permitirá que haya más mujeres en el mercado laboral. Resulta urgente acortar la brecha salarial de género. Para ello, hay que empezar por promulgar leyes y políticas que garanticen una remuneración igual por trabajo de igual valor y dejen de menospreciar el trabajo realizado por las mujeres.
  4. Ayuda para las trabajadoras informales
    Brindar protección social y prestaciones a las trabajadoras informales. En el caso de las trabajadoras informales desempleadas, las transferencias de efectivo o los seguros de desempleo pueden aliviar la carga económica, así como el aplazamiento o exención de impuestos y los pagos de seguridad social para las trabajadoras del sector informal.
  5. Conciliación del trabajo remunerado y no remunerado
    Ofrecer a todas las cuidadoras primarias vacaciones pagadas y modalidades de trabajo flexible o reducido. Brindar servicios de guardería a las trabajadoras esenciales. Ya se han aplicado medidas sin precedentes para abordar las consecuencias económicas, pero se han tomado relativamente pocas medidas orientadas a ayudar a las familias a lidiar con el trabajo remunerado y no remunerado, incluidas las necesidades de atención. Asimismo, deben hacerse más esfuerzos para involucrar a la ciudadanía y la fuerza laboral en las campañas públicas que promueven una distribución equitativa del trabajo doméstico y de cuidado entre los hombres y las mujeres.

Conclusiones

El covid-19 ha dejado sus secuelas bien marcadas en la sociedad, específicamente en la economía, es ahí donde vemos la desigualdad. Las clases sociales se modifican, y se reorganizan.

La clase alta, que es aquella compuesta por los más ricos recibe más o menos el 15% de la anterior clase media, esto es gracias a inflación que han sufrido los productos de la canasta básica y obviamente a las estrategias desmedidas de esta clase media de aumentar los beneficios en los servicios brindados a la clase baja.

Es bueno aclarar que solo ese 15% de la clase media ha podido hacer buenos negocios en pandemia y pos pandemia para salir esta estratificación social.

Según informe del BID el 40% de la clase media se ha reducido y ha descendido por debajo de la línea de pobreza, aumentando así la clase baja, ahora la clase baja recibe un impacto significativo, pues son más pobres que antes.

Las clases sociales quedan en cierto modo modificadas, pues ya no son bajas, medias y altas. La clase media está prácticamente desapareciendo, la distancia entre clase alta y baja es abismal, pues ahora los ricos son más ricos y los pobres son más pobres. La desigualdad sigue en aumento. Suena un tanto ilógico, pero esa es la realidad que nos ha dejado el impacto del covid-19 a la población mundial y se pone de relieve por la casi nula implementación de políticas públicas en materia de economía, sustento y sostenibilidad por parte de los gobiernos.

Fuentes.

  • https://www.sdelsol.com/glosario/clase-social/
  • https://www.unicef.org/es/coronavirus/haciendo-frente-covid19?amp%3Bamp%3Bamp%3Bamp%3Bamp%3Bamp%3B=&gclid=Cj0KCQiAqOucBhDrARIsAPCQL1bs7K5-be4HFvcKY7-X8XbVpw53FN2RoimWqpDIArjO-4BwRIjketAaAqieEALw_wcB
  • https://www.unwomen.org/es/news/stories/2020/9/feature-covid-19-economic-impacts-on-women?gclid=Cj0KCQiAqOucBhDrARIsAPCQL1bj-Sei6_MXYwrU0VRIm5gU0o0hOneMI_Hzra6OR3HxngFDHUkOagcaApS5EALw_wcB
  • El autor es profesor preuniversitario, investigador y estudiante de Ciencias Políticas

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