Por Rubén Moreta
Un joven esclarecido concibió la idea de construir en nuestra media isla “una república libre, soberana e independiente de toda potencia extranjera”. Empleó en su proyecto patriótico toda su sapiencia, energía, pasión y bienes materiales. Sin dobleces, entendió que era posible e impostergable liberarnos del yugo haitiano, y conducirnos a ser parte del concierto de naciones libres del mundo.
El insigne patriota trabajó incansablemente organizando e instruyendo las masas para lograr la liberación nacional. Primero, aglutinó e instruyó un grupo de vanguardia en la Sociedad Secreta La Trinitaria, y posteriormente, convino la acción de concienciación a través de la propaganda, que entre otros medios, se valió del teatro. Este zagal arquitecto político se llamó Juan Pablo Duarte, quien nació el 26 de enero del 1813, y hoy conmemoramos, con desbordante fruición, el 206 aniversario de su natalicio.
La obra revolucionaria de Duarte se concretó –felizmente- la noche del 27 de Febrero del 1844, con el estruendoso trabucazo lanzado por Matías Ramón Mella, junto al izamiento, por el mulato procero Francisco Sánchez del Rosario, del lienzo tricolor en la Puerta de la Misericordia, y la benemérita proclama: ¡Dios, Patria y libertad. Viva la República Dominicana!
A Juan Pablo Duarte, los dominicanos debemos la libertad, soberanía y autodeterminación como pueblo-nación. Nos legó como herencia una patria, una nacionalidad.
Su aspiración libertaria está lograda. Vítores y honores para el prócer Juan Pablo Duarte en el ducentésimo sexto aniversario de su nacimiento, declarado fiesta nacional del pueblo dominicano.
El autor es Profesor UASD.