En un país aún conmocionado por la tragedia del Jet Set, donde más de 200 vidas se apagaron bajo circunstancias que han dejado cicatrices imborrables, se impone una Semana Santa distinta. Un tiempo que tradicionalmente invita al recogimiento, a la espiritualidad y a la reflexión, pero que este año nos exige algo más: empatía.
Los días posteriores al siniestro han sido una prueba de fuego para nuestros cuerpos de socorro: médicos exhaustos, periodistas conmovidos, voluntarios de la Defensa Civil entregando el alma, operadores del 911, rescatistas del COE, bomberos… Todos arrastrando el peso emocional de una catástrofe nacional que aún se llora en silencio y continuaremos llorando.
En medio de ese dolor colectivo, Semana Santa llega como una oportunidad para detenernos, mirar hacia dentro y honrar, no con excesos ni imprudencias, sino con conciencia, la vida que tantos han perdido.
Hacemos un llamado urgente a la prevención. A no convertir las playas en salas de emergencia ni las carreteras en campos de tragedia. A pensar en quienes aún no han dormido, en quienes cargan el luto bajo un uniforme, y en quienes siguen trabajando por salvar otras vidas, incluso en días santos.
Que esta Semana Santa nos recuerde el verdadero valor de la vida, y que la solidaridad no se exprese solo con aplausos, sino con acciones responsables. La mejor manera de honrar a quienes ya no están, y a quienes siguen luchando por nosotros, es cuidándonos… y cuidando a los demás.
Por Patricia Rosado
