México.– De adolescente, el dominicano Rigoberto Mendoza era un segunda base de manos seguras, buen bateador de líneas cortas y veloz, pero cambió el béisbol por el baloncesto por una razón extraña: Le molesta el brillo del sol.
“No me gusta coger sol y aunque soy caribeño no disfruto al bañarme en la playa. Voy pero me quedo en la sombra, mejor si me como un buen pescado”, revela en entrevista a Efe el jugador de San Cristóbal, pieza clave de los Capitanes de la liga de México.