Por Rubén Moreta
La violencia es un problema social de gran calado. La principal causa de muerte masculina en el país se debe a homicidios. Para comprender las razones que llevan a matar a otro salvajemente (a tiros, puñaladas, machetazos, palos, etc.) tenemos que hacer un viaje a ese inframundo del hombre violento. Iniciemos:
Al hombre violento los tormentos existenciales le barrenan la sique. Los fantasmas lo persiguen. La agonía es incesante. La intranquilidad es latente en los días y en las noches. No tiene paz. No hay remanso. Los pensamientos lo martillan una y otra vez. Se extinguen las sonrisas y solo el tormento domina el pensamiento.
No sienten tener gratificación ni autocomplacencia. Se reducen a maquinas que solo reciben hostigamiento de seres de su entorno que él entiende deberían amarlo, pero hacen lo contrario, lo flagelan.
Cree fijamente que no lo complacen, ni lo miman y que contradicen y contravienen su proyecto de vida. Su única salida es matar y matarse.
El homicida-suicida ve cerrar todas las puertas y los resquicios para su salida existencial y para facilitar la solución satisfactoria de sus miserias y conflictos familiares. Solo ve bruma, tedio, oscuridad, concluyendo que lo recomendable es matarse o matar. De esta forma prepara alevosamente un plan sangriento y lleno de tranquilidad toma el cuchillo, el machete o el revólver y lo ejecuta.
Asimismo, no tolera que la mujer lo abandone. Asume que su pareja es “una cosa” de su propiedad. Si no es suya no puede ser de otro. Imposible que “lo bote”. "El macho es quién vota", aducen.
Aunque es penoso admitirlo, los mecanismos de socialización de la cultura (la familia, los medios de comunicación, la escuela y la iglesia) fomentan ese machismo que deviene en violencia social. Esa música urbana es un estimulante de violencia.
La actual epidemia de violencia que vive la República Dominicana es una inverosímil danza de la muerte que recuerda la condición animal del ser humano. Nos quedan dos armas para combatir que el país se siga sembrando de luto y dolor: la educación y endurecer los castigos punitivos.
El autor es Profesor UASD.